jueves, 14 de febrero de 2013

¡Primer aniversario de Ecuador Hispano!

En un día como hoy, hace un año, nació este blog con el firme propósito de rescatar el acervo hispánico como parte esencial de la identidad plurinacional del Ecuador. Hoy, un año después, vemos las visitas crecer y esperamos que cada entrada en el blog sirva a nuestro propósito. Aun falta mucho por publicar, por discutir, por crear... y esperamos que más personas vayan sumando a este proyecto.
El haberlo creado en un día como hoy, no es una casualidad, ya que es el aniversario del otorgamiento del título de "Muy Noble y Muy Leal" a la ciudad de Quito, otorgado por el emperador Carlos V del Sacro Imperio Romano Germánico, rey Carlos I de España. Así que amigos, hoy, festejemos a Quito, recordando esta fecha, parte de nuestra identidad. Y regalemos un geranio, la flor de Quito, esa flor que, traída desde España, se adaptó magníficamente a estas tierras, bella metáfora de la España que enraizó en América.


Y para finalizar, les dejo el texto y una foto de la conferencia que, con motivo del 457 aniversario de tan insigne fecha, leí el día 7 del presente mes en el Instituto Ecuatoriano de Cultura Hispánica - IECH. Para ver el texto de las otras dos conferencias ofrecidas durante ese acto académico, por mis amigos y colegas Francisco Núñez y Álvaro Mejía, además de fotos adicionales, les recomiendo visitar el blog del Instituto:
http://institutoecuatorianodeculturahispanica.wordpress.com/
¡Feliz día, quiteños y quitenses!



Quito, la Muy Noble y Muy Leal: expresión y significado en el contexto de la Monarquía Hispánica

Expositor: Eduardo Daniel Crespo Cuesta.
Institución: Instituto Ecuatoriano de Cultura Hispánica / Universidad de Los Hemisferios.
Fecha: 7 de febrero de 2013.
Tiempo: 15 minutos.
Soporte audiovisual: No.

Muy buenas noches con todos. Es para mí un honor, al igual que para mis compañeros aquí presentes, exponer ante tan digno auditorio y con la venia del Presidente del Instituto Ecuatoriano de Cultura Hispánica, Maestro Hernán Tamayo, algunas reflexiones acerca del 457 aniversario del otorgamiento del título de “Muy Noble y Muy Leal” a la ciudad de San Francisco de Quito.
Es menester empezar por decir que, desde el momento de su fundación española, y a lo largo del siglo XVI, Quito alcanzará una posición destacada dentro del marco universal del Imperio español, propiamente, la llamada Monarquía Hispánica. Fue fundada como villa, mediante acta el 28 de agosto de 1534, por el Adelantado Diego de Almagro, y su primer Cabildo se instaló el 6 de diciembre del mismo año, en su lugar de asentamiento definitivo, por parte del Capitán Sebastián de Benalcázar, cuya imagen preside esta corrala en la cual hoy nos encontramos.
204 españoles fueron sus primeros vecinos, y con el Cabildo se instaura la primera institución de origen occidental hispano en estas tierras. La villa creció con rapidez, y para 1541 el rey Carlos I de España, a su vez emperador Carlos V del Sacro Imperio Romano Germánico, el monarca más poderoso del siglo XVI, le concedió el título de ciudad y los privilegios propios a dicho rango, mediante Real Cédula. De igual manera, se concedió en la misma fecha Escudo de Armas a la ciudad, a petición de su procurador, Pedro de Valverde, blasón que luce orgullosa como símbolo identitario hasta el día de hoy.
La floreciente ciudad se vio envuelta, poco tiempo después, en los terribles enfrentamientos provocados por la rebelión de Gonzalo Pizarro, quien de esta manera rechazó la aplicación de las Leyes Nuevas de 1542, que en su espíritu de protección a los indígenas, limitaban severamente el poder de los encomenderos. La llamada Guerra de Quito marcó un punto de no retorno para los rebeldes pizarristas: en las afueras de la ciudad, al norte de la misma, se enfrentaron en la batalla de Iñaquito o Añaquito, el 18 de enero de 1546, las fuerzas rebeldes de Gonzalo Pizarro con las del virrey Blasco Núñez Vela. Los leales al rey sufrieron terribles bajas, muriendo alrededor de 300 hombres de un total de 400; el Capitán Benalcázar también se contó entre los heridos del bando real. El virrey, herido de muerte, fue decapitado en el mismo campo de batalla, y su cabeza, clavada en una pica, fue expuesta en la plaza mayor de la ciudad. Tal acción fue rechazada de manera general por los quiteños, y los restos del desgraciado virrey, cabeza y cuerpo, fueron reunidos y se les dio sepultura en la iglesia mayor, antecesora de la actual catedral, para ser posteriormente trasladados a Ávila, España, su lugar de nacimiento. Así terminó la vida del primer virrey del Perú, en cruenta batalla peleada en estas tierras, conflagración hoy casi olvidada de nuestra historia.
Gonzalo Pizarro fue finalmente derrotado en la batalla de Jaquijahuana, dos años después, por el Pacificador Pedro de la Gasca. Muerto el rebelde, hubo tiempo para honrar y agradecer a quienes supieron mantener la lealtad al rey. Así, mediante Real Cédula del 14 de febrero de 1556, en uno de sus últimos actos como gobernante, Su Cesárea y Católica Majestad, el emperador Carlos V, a petición de Francisco Bernaldo de Quiros, concedió a la ciudad de San Francisco de Quito el título de Muy Noble y Muy Leal, digno reconocimiento a los esfuerzos y lealtad de los quiteños durante las Guerras Civiles que asolaron al Virreinato del Perú.
Dice la Real Cédula:
Por cuanto, Francisco Bernaldo de Quiros, en nombre de la Ciudad de San Francisco del Quito de las provincias del Perú nos ha hecho relación que bien sabiamos [sic] y nos eran notorios los muchos y grandes y leales servicios que dicha ciudad nos había siempre hecho y hacia, [sic] á cuya causa los vecinos y moradores de ella están muy necesitados por nos haber servido en todas las alteraciones que en las dichas provincias había habido más aventajosamente que ninguna de las Ciudades de las dichas provincias, y me suplicó en el dicho nombre que porque de los servicios de la dicha Ciudad quedase perpetua memoria, pues que nos teníamos por servidos de su lealtad y limpieza diesemos [sic] á la dicha Ciudad título y nombre de Muy Noble y Muy Leal. (Traversari, 2007).
Menciona al respecto Federico González Suárez, en su Historia General de la República del Ecuador:
En 1556, después de pacificado el Perú por La Gasca, el mismo Emperador honró á la ciudad de Quito, condecorándola con los títulos de muy noble y muy leal: concedióle además estandarte real, con autorización para que lo sacase en público cualquiera de los miembros del Cabildo, el día que el mismo Cabildo eligiese. El Cabildo eligió el día de la Pascua del Espíritu Santo, en memoria de ser ése el día del aniversario del pronunciamiento que hizo Quito, alzando bandera por el Rey contra Gonzalo Pizarro. (González Suárez, 1969, pág. 1261).
En un tono más festivo, y también nostálgico, Pedro Pablo Traversari indica que:
El pueblo de Quito, en gran regocijo y estimulado por el reconocimiento que se hacía a sus virtudes, celebraron [sic] entonces tan fausto acontecimiento paseando por toda la Ciudad las Insignias Reales con el estandarte donde se ostentaba el Escudo de Armas y el Emblema concedido.
De la fiesta que tuvo lugar con este motivo, ha quedado sólo un tradicional recuerdo. (Traversari, 2007).
La fecha elegida por el Cabildo, Pascua del Espíritu Santo, o Pentecostés, es una fecha móvil del calendario litúrgico, celebrada entre mayo y junio. ¿Qué ha quedado de tal concesión y la celebración popular consiguiente? ¿Qué ha pasado con el tradicional recuerdo mencionado por Traversari, hoy relegado en el olvido? Más allá del reconocimiento, y su olvido de la memoria histórica de la ciudad (que dicho sea de paso, fue tibiamente recuperado en la administración de Paco Moncayo), esto permite reflexionar sobre el papel que tempranamente iba a tener la ciudad de Quito en el contexto del naciente Imperio español, y su grado de integración y consolidación dentro de la estructura política, social y cultural del mismo.
En función de lo anterior, es menester recordar que en 1545 se creó la diócesis de Quito, aunque su primer obispo, el bachiller García Díaz Arias, tomó posesión de su cargo unos años después; y que para 1563 se creó la Real Audiencia, haciendo de la joven ciudad, con menos de 30 años de fundación, la cabeza de la misma. De villa a ciudad, ennoblecida con blasón y lema, capital de Real Audiencia. ¿Qué  se puede colegir de todo esto? El cronista de Indias Pedro Cieza de León, que recorrió gran parte de la Sudamérica española a mediados del siglo XVI y dejó una extensa obra, prolija en detalles, la enorme y vital Crónica del Perú, indica al finalizar su descripción de la ciudad de Quito que
Detenido me he en contar las particularidades de Quito más de lo que suelo en las ciudades de que tengo escrito en lo de atrás, y esto ha sido porque (como algunas veces he dicho) esta ciudad es la primera población del Perú por aquella parte, y por ser siempre muy estimada, y ahora en este tiempo todavía es de lo bueno del Perú. (Cieza de León, 1988, pág. 111).
Títulos y concesiones, su capitalidad jurídica y eclesial en el norte del virreinato del Perú, evidencian la importancia que adquirió la ciudad en el marco administrativo imperial español y la relación fundamental entre poblar y conquistar que será característica de la expansión española en América. Para 1580, se habían fundado 225 villas y ciudades, que albergaban una población española de 150.000 personas[i], según señala Nicolás Sánchez-Albornoz.
Como menciono en mi trabajo Continuidades medievales en la conquista de América,
La explosión urbanística va de la mano con el descubrimiento y la conquista, en perfecta concordancia con la mentalidad medieval española de la época: los conquistadores son pobladores, y si previamente Reconquista y repoblación habían sido dos caras de un mismo proceso, ahora las Indias ofrecían un nuevo escenario para la continuidad de este modelo de asentamiento. Como expresó el cronista López de Gómara, «quien no poblare, no hará buena conquista, y no conquistando la tierra, no se convertirá la gente: así que la máxima del conquistador ha de ser poblar».[ii]
[…]
La fundación de ciudades es, en este contexto, esencial para la recreación de la sociedad de origen en los territorios recién conquistados, y garantía de su ocupación permanente.
[…]
La relación entre conquistar y poblar es esencial para comprender un aspecto más de la mentalidad propia de los conquistadores: según ésta, ellos no crean colonias en el sentido que se suele dar al término actualmente, sino que intentan ampliar la realidad peninsular más allá de sus límites europeos, reflejándola en la medida de lo posible. Que su esfuerzo haya sido transformado por la geografía y los pueblos que fueron encontrados, y de manera particular según las circunstancias, es un hecho innegable, pero también lo es que los conquistadores y primeros pobladores se negaron a perder su condición jurídica en las nuevas tierras, a la vez que exigieron para sus construcciones territoriales la misma categoría que las peninsulares. Los conquistadores son pobladores, al igual que sus antecesores durante la Reconquista. (Crespo, 2010, págs. 128-130).
Poblar es, por lo tanto, fundamental para la consolidación de la conquista territorial y la consecuente evangelización de los indígenas; práctica sobre la que se sustentó la construcción del Imperio español en las Indias y que, como se ve, hunde sus raíces en exitosas concepciones medievales propias de la Reconquista española.
Pero poblar no puede limitarse a la fundación de villas y ciudades. Todas ellas son parte de un todo, del que se espera su funcionamiento conjunto y armonioso, mucho más significativo y profundo que la mera relación colonias – metrópoli: estas villas y ciudades son los centros de nuevos reinos, los reinos de Indias, sobre cuya base se crearán audiencias y gobernaciones, tal como lo señala la Recopilación de leyes de los reynos de las Indias de 1680, en su Libro Quinto, Título Primero.[iii] En este mismo sentido, menciona Miguel Alonso Baquer, los conquistadores son, en esencia, fundadores de nuevos reinos;[iv] y esta diversidad de reinos y señoríos, presente tanto en América como en Europa, es la esencia del carácter universal de la Monarquía Hispánica, que la distingue radicalmente del resto de imperios europeos creados durante la Edad Moderna.
Qué mejor ejemplo de este singular espíritu que el mismo Escudo de Armas del emperador Carlos V, que conjuga bellamente, en su multiplicidad de cuarteles, este afán unificador, mas no uniformador, del ideal monárquico iniciado por sus abuelos, los Reyes Católicos.
Muchas páginas se han dedicado a este particular ser de la Monarquía Hispánica, a su intrínseca diversidad y anhelo universal, como atestiguan los trabajos de prestigiosos hispanistas como John H. Elliott, John Lynch o Hugh Thomas. Mas hoy, basta con decir que el ascenso y preeminencia de ciertas ciudades sobre otras, no solamente indica su importancia dentro del entramado imperial en todos los niveles. Son centros en torno a los cuales se constituyen los mencionados reinos de Indias, raíz de las entidades administrativas españolas y germen de los futuros Estados hispanoamericanos, cuyo origen, pues, antes que deberse al pasado prehispánico, se deriva del mencionado proceso de conquistar y poblar, proceso fundacional por excelencia.
Es por ello que la conmemoración de un aniversario, como el que el hoy nos ha reunido gratamente en esta casa, el 457 aniversario del otorgamiento del título de Muy Noble y Muy Leal a la ciudad de San Francisco de Quito, a cumplirse la semana que viene, no es solamente el recuerdo de un reconocimiento a la ciudad y sus vecinos, leales a su legítimo gobernante: es un hecho que debe verse en el contexto del ascenso de la ciudad como la cabeza norte del virreinato del Perú, capital audiencial y germen del futuro Ecuador.
El recuerdo de sus títulos y nobleza no es patrimonio exclusivo de los quiteños. Mediante esta concesión, Quito sumó a su escudo de armas un digno título, y así desde sus inicios se fue configurando no solo la identidad y sentir de sus vecinos, sino de todos los quitenses, blancos, mestizos e indígenas, antecesores de los ecuatorianos de hoy. Hoy no solo recordamos el otorgamiento de un título, hoy nos reconocemos en un aspecto más de nuestra identidad.
Muchas gracias.

Bibliografía

Alonso Baquer, M. (1992). Generación de la conquista. Madrid: Mapfre.
Cieza de León, P. (1988). La crónica del Perú. Lima: Peisa.
Crespo, E. D. (2010). Continuidades medievales en la conquista de América. Barañáin: Eunsa.
Elliott, J. H. (2006). Imperios del mundo atlántico. España y Gran Bretaña en América, 1492-1830. Madrid: Taurus.
González Suárez, F. (1969). Historia General de la República del Ecuador. Quito: Casa de la Cultura Ecuatoriana.
León Pinelo, A. d., & Solórzano Pereira, J. d. (1681). Recopilación de leyes de los reynos de las Indias. (J. d. Paredes, Ed.) Recuperado el 6 de Enero de 2013, de http://www.congreso.gob.pe/ntley/LeyIndiaP.htm
López de Gómara, F. (1852). Primera parte de la historia general de las Indias (Vol. XXII). Madrid: Biblioteca de autores españoles.
Sánchez-Albornoz, N. (1984-1995). The population of colonial Spanish America. En Varios, & L. Bethell (Ed.), The Cambridge History of Latin America (Vol. II, pág. 18). Cambridge: Cambridge University Press.
Traversari, P. P. (2007). El Escudo de Armas y los Títulos de la ciudad de San Francisco del Quito. Estudio histórico (edición facsimiliar). Quito: Municipio del Distrito Metropolitano de Quito.




[i] Ver (Sánchez-Albornoz, 1984-1995, pág. 18). Citado por (Elliott, 2006, pág. 80).
[ii] Ver (López de Gómara, 1852, pág. 181). Citado por (Elliott, 2006, pág. 52).
[iii] El texto reza: “Para Mejor, y mas facil govierno de las Indias Occidentales están divididos aquellos Reynos, y Señorios en Provincias mayores, y menores, señalando las mayores, que incluyen otras muchas, por distritos á nuestras Audiencias Reales: proveyendo en las menores Governadores particulares, que por estar mas distantes de las Audiencias, las rijan, y goviernen en paz, y justicia. (León Pinelo & Solórzano Pereira, 1681).
[iv] Ver (Alonso Baquer, 1992, págs. 11-14).


martes, 5 de febrero de 2013

Evento cultural en el IECH por motivo del 457 aniversario del otorgamiento del título de "Muy Noble y Muy Leal" a la ciudad de Quito

El Instituto Ecuatoriano de Cultura Hispánica - IECH, realizará este jueves 7 de febrero un ciclo de 3 conferencias con motivo del 457 aniversario del otorgamiento del título de "Muy Noble y Muy Leal" a la ciudad de San Francisco de Quito, por parte del emperador Carlos V. Se leerán 3 conferencias, a cargo de Eduardo Daniel Crespo Cuesta, Álvaro Renato Mejía Salazar y Francisco Núñez Del Arco Proaño, miembros del Instituto. ¡Esperamos contar con su presencia!